10 de mayo de 2008

"Süden", de Gastón Solnicki

(Argentina, 2008)

Por Sebastian Russo

El mundo de los músicos. El universo (y sus conflictos, su desarrollo) de un grupo de músicos determinado. Un microcosmos hecho de imágenes y sonidos: el cine y la/su música. Süden tiene la singularidad de emparentar (aunque manteniendo su autonomía) registros en principio desiguales. Las imágenes acompañan en su búsqueda, su complejidad, su fluidez y vitalidad, a una música que intenta construirse, componerse. Un ensamble de imágenes, en función de (en relación de diálogo con) el ensamble musical. Y ambos, en relación con un grupo humano: un ensamble de expectativas, afectos.

El músico argentino Mauricio Kagel es convocado a conformar un ensamble musical para un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. El proceso de tal conformación es el filmado (y construido) en Süden. Una búsqueda (una construcción) múltiple. Que en todos los casos (el musical, el del grupo humano, el fílmico) es atravesado por la noción (práctica) de lo experimental. En todos estos registros la vitalidad propia de la acción experimentadora es lo que prima. Generando, claro, una vivencia de la experimental (y experiencial) también en quien la recibe en tanto espectador. La difícil propuesta de lo que “está en proceso” (algunos lo llaman “work in progress”), es expuesta (vivida) aquí con intensidad, curiosidad, corporalidad.
La propuesta musical de Kagel es disruptiva, atrapante, de una densidad tanto conceptual como plagada de afecciones. La película toma el desafío de “traducir” fílmicamente tal propuesta, y lo hace desde su propia apuesta. Difícil encontrar mejor decisión: apuesta por apuesta (golpe por golpe) Y tal desarrollo transcurre en tonos de espesa ambigüedad, de una complejidad sin artilugios, de una lúdica responsabilidad, tal la propuesta de Kagel y sus jóvenes músicos.

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