29 de junio de 2006

Estamos invitados a tomar el té

Sobre "Secuestro Express" de Jonathan Jakubowicz (Venezuela, 2005)

Por Liliana Sáez

Un primerísimo primer plano de unos ojos feroces, una nariz que respira agitada y una bocaza que amenaza. Una pistola que apunta en una ruleta rusa obligada. Un disparo que nos estremece… La inconfundible voz del popular locutor Chile Veloz: “Cinco de la mañana en Caracas”. Estamos en una ciudad que, mientras se despereza, es tierra de nadie. Latinoamérica, cada vez más lejos del soñado “primer mundo”, vive en cada una de sus capitales, y a su manera, la pesadilla que, a modo de abreboca, nos brinda este plano brutal con que comienza Secuestro Express.

Hablamos de la primera película venezolana comprada por un estudio hollywoodense, Miramax. Jonathan Jakubowicz, su director, es también autor del documental Los barcos de la esperanza, relato de la llegada a Venezuela de los primeros inmigrantes judíos. Con Secuestro Express logró ocupar veinte salas comerciales venezolanas el día del estreno, un hecho inédito en su país.


Un plano aéreo recorre la vastedad cerril de la ciudad, cinturón de pobreza, que encierra entre sus fauces las urbanizaciones de las clases sociales más acomodadas. En este contraste ofrecido durante los primeros minutos del film, apoyado por los veloces barridos sobre calles citadinas y centros comerciales e imágenes de archivo del Caracazo, está el germen del discurso que desarrolla Jakubowicz.

El secuestro de una joven pareja por parte de tres delincuentes es sólo un pretexto para mostrar el deterioro social que vive una ciudad como Caracas, donde la vida ha dejado de tener sentido existencial para convertirse sólo en un valor de cambio. Con una narración muy ágil, por momentos enfebrecida, movimientos de cámara muy rápidos o metáforas muy elementales (al aspirar cocaína uno de los personajes, la cámara se dirige, a gran velocidad, por un túnel), pantallas divididas en dos, en cuatro, contando situaciones paralelas, en las que el contraste no hace sino subrayar la locura que se está viviendo (la hija le pide la bendición al hombre que ha golpeado brutalmente al secuestrado, la cruz que cuelga del cuello del delincuente se agita entre las piernas de la joven que intenta violar…).

Las víctimas son burgueses que gastan sus horas de ocio en discotecas, casinos o casas retiradas de la caótica ciudad, y que se trasladan en autos cada vez más ostentosos, como si hubiera necesidad de demostrar su opulencia. Los victimarios, delincuentes que buscan sobrevivir con lo que mejor saben hacer: asaltar, secuestrar, robar, matar… En algún punto, encontramos entre ellos similitudes y contrastes. Tanto los “sifrinos” como los “malandros” consumen drogas sin límites. Eso los hace más vulnerables, más agresivos, más resistentes. Víctimas y victimarios se relacionan a partir de la necesidad de supervivencia. Todo esto en un clima que desvanece los límites entre la violencia y la piedad.

Contada a la manera de Después de hora (After Hours, Martin Scorsese, 1985), las vicisitudes por las que pasa la pareja parecieran no tener final. Si al principio, tanto las víctimas como los victimarios eran dos fuerzas desiguales constituidas por seres esquemáticos, será a través de la convivencia que podremos rescatar aquellos rasgos que los hacen únicos e irrepetibles. La admiración de Jakubowicz por el cine de Tarantino y Rodríguez está a la vista en el montaje dinámico de sus imágenes, en la efervescencia de la violencia, en el humor entrelineado, en la música adecuada… Secuestro Express es un cóctel de adrenalina que no da respiro al espectador, cada escena lo va preparando para una peor, otra peor… y otra más.

¿Personajes simples, unidimensionales? ¿Situaciones ficticias, exageradas? Nada de eso. Existe, sí, cierto barroquismo en la concentración de situaciones violentas y agobiantes en tan pocas horas, y la certeza de que todo el mundo está involucrado en el universo delictivo que no deja ni una puerta para la huida, que los personajes aparentemente lineales, amorales, tienen visos de humanidad, aunque siempre la parte oscura quiera imponerse. Víctimas y victimarios son seres enfermos, unos de saciedad, otros de ansiedad por obtener aquello que a los primeros les sobra.

Si bien el efectismo formal mantiene la atención del espectador de manera incondicional durante toda la película, el final, con tono de moraleja, pareciera una escena trasplantada para cerrar la inacabable pesadilla. Quizá sea la parte más floja del film, y quizá sea esto lo que le quite la fuerza que mantuvo durante todo el transcurrir de la historia. Porque, además, para que no quede duda, como si el espectador no hubiera entendido la solución propuesta, escuchamos la siguiente frase: “La mitad se muere de hambre, la otra mitad de gordura. Hay dos opciones: o enfrentamos al monstruo, o lo invitamos a comer”.

Enfrentar al monstruo supone un cambio profundo, estructural, en una sociedad enferma o deteriorada hasta los niveles que muestra Secuestro Express… Invitarlo a comer pareciera tener que ver con la beneficencia… La fuerza del filme se desvanece en esos últimos minutos en que vemos a Carla conduciendo un automóvil más modesto para no tentar a los criminales. Una propuesta que llega a ser risible, porque no es exactamente una solución, sino una postura hipócrita y falsa.

26 de abril de 2006

Eros y Tanatos

Sobre "Los próximos pasados" de Lorena Muñoz (Argentina, 2005)

Por Alejandra Portela

Cuando Lorena Muñoz realiza en el 2003 su primera película lo hace en co dirección con el crítico y teórico de cine Sergio Wolf. Yo no sé qué me han hecho tus ojos, biografiaba a la cantante Ada Falcón de un modo innovador: jugando con los límites entre la ficción y el documental, no mucho, lo suficiente como para desenmarañando el proceso investigativo transformándolo en una pesquisa cuasi policial, reglas genéricas incluidas. Aquel documental tuvo un éxito inusitado en la cartelera de Buenos Aires. En Los próximos pasados, que se pudo ver en el reciente BAFICI, Muñoz vuelve a abrevar en la cultura argentina, esta vez en las artes plásticas: la historia de un mural por encargo pintado en la quinta de uno de los hombres más ricos de la Argentina en la década del 30: producto de su exilio político, y fundacional en la evolución del muralismo mexicano, “Ejercicio Plástico” fue realizado por David Alfaro Siqueiros en un sótano de una quinta de Don Torcuato en la Pcia de Bueos Aires y expoliado en los 90 para ser vendido al exterior. Hoy el mural entero está desarmado y depositado en 5 containers en la Provincia de Buenos Aires, en medio de una lucha burocrática y judicial. En el camino, la película de Muñoz elige articularse sobre dos ejes: por un lado identificar el proceso de creación del mural con el proceso amoroso, convirtiéndolo en el leit motiv de la historia: un triángulo amoroso entre Natalio Botana (su comitente), el artista mexicano Siqueiros y Blanca Luz. Por otro lado, es el relato de un expolio, el de una de las obras más importantes del arte mexicano. Eros y Tanatos. La película parece preguntar: dónde fueron a parar esas pasiones, esas historias de traiciones y de creación iluminadora si el mural ya no está.? Vida y muerte. Futuro y pasado en Los próximos pasados. Un documental modelo. El desafío de Muñoz es invitar a pensar en la cultura como una red imbricada de problemas que no necesariamente requieren de un cierre o una solución. No hay linealidad lógica en la resolución de las preguntas por los procesos culturales. El amor que provoca la creación encuentra una contrapartida ridícula (no lógica) en el abandono del mural dentro de containers (excelente la documentación de archivo). La vida fascinante de Ada Falcón tiene también un final desangelado: una reclusión voluntaria y mística, provocada también por amor. La reconstrucción a escala del mural encargada a artistas del IUNA aporta un lugar de dramatización y curiosidad, a la vez que le da la visión totalizadora. El rescate de películas familiares filmadas cuando la quinta estaba aún en pie, el documento de la extracción del mural desde dentro de la casa por la empresa de Ingenieros contratada, las entrevistas a los descendientes de Castagnino, Berni, Spilimbergo, que colaboraron con Siqueiros.

Excelente y conmovedor, Los próximos pasados dispara además, desde su título, una pregunta hacia el futuro: ¿cuántos próximos pasados habrá para desentrañar? Maltratados, olvidados, inmersos en problemas coyunturales, de mediocridad y existencialismo. Mientras el documental argentino tenga este rigor e interés por dilucidarlos, una porción de ese pasado parece estar salvado…