28 de junio de 2007

Obediencia de Vida

Sobre "Santiago" de Joao Moreira Salles (Brasil, 2006)

Por Sebastián Russo

En Santiago, su director Joao Moreira Salles, encuentra en el recurso de develar el dispositivo cinematográfico, la forma de develar al personaje retratado (precisamente Santiago Badariotti Merlo, su antiguo mayordomo) La pretensión objetivista de todo documental, esa idea de dar cuenta de un “real” (por ejemplo, de la vida de alguien), Salles intenta resolverla a través de dar cuenta, en paralelo, no sólo del dispositivo (técnico) por el cuál intenta acceder a esa “realidad” anhelada, sino de sus dudas, sus discusiones (internas, con el personaje, con sus asistentes), sus equivocaciones e intentos de sobrellevarlas. Un recurso que se entronca en la tradición, llamada por Bill Nichols, de “documentalismo reflexivo”, que tiene como paradigmático “padre” a Dziga Vertov y su genial El hombre de la cámara. También puede rastrearse referencias, auque específicamente sobre la idea de entrevista personal, en los dichos de Susan Sontag sobre la obra (la “metodología”) de la fotógrafa Diane Arbus, la cual, según Sontag, lograba huellas de lo real en los retratos que realizaba, a través de un forzamiento, una exageración de la pose de su entrevistado. En forma de huellas, en los retratos de Arbus, aparecería algo del orden de lo “real”, por desborde del tópico (en este caso: el gesto estereotipado de posar ante una cámara), por rebalse de la impostura.


Así, la particularidad, la efectividad (por qué tenemos que hablar en términos de efectividad, qué difícil es esquivar el lenguaje economicista... digamos la potencia) del film de Salles, estaría en conjugar el develamiento del dispositivo (con su consiguiente valor político: al develar el carácter autoral, no natural, de la obra, el debate –de opiniones- se abre, se posibilita), con una intervención explicita sobre lo filmado, sobre el personaje que se pretende retratar, proponiendo así un desborde del “género retrato” (o “biopic”, en jerga de contemporánea cinefilia) Una doble apuesta que es atravesada, de forma notable, por una sutil y trabajada propuesta poética: sus ideas, sus palabras, están entralazadas con imágenes, por el fluir de las imágenes, por la interposición de imágenes, conformado un todo indiferenciable (ahí lo notable) de potencia tanto analítica, como afectiva.

Santiago es, fue, su mayordomo. Lo fue: cuando de niño de familia aristocrática introyectaba diferencias de clase que años después intentaría zanjar. En cierto momento Salles entiende que (lo dice en voz en off) se volvió documentalista, y dejó de ser, ante Santiago, el “hijo de” su patrón. Y el film avanza, las largas alocuciones de Santiago (personaje histriónico, conocedor –repetidor- de historia del arte, de la “historia de la aristocracia” y más), van conformando todo un glosario temático: el paso del tiempo, la sensibilidad artística, la memoria, la pasión.

De los recursos mencionados de develamiento del dispositivo e intervención sobre el personaje, se destaca el de la repetición. Las tomas repetidas en la entrevista, se ligan a la acepción de repetición en tanto novedad: siempre algo nuevo sucede. Santiago, en la repetida/nueva toma, cambia alguna palabra, el énfasis, la postura corporal. Y entre estas repeticiones (mostradas, no como “errores” de filmación, sino como partes mismas de la conformación del retrato, de la obra, de su idea de la obra) fluye Santiago: su impostura se resquebraja, dejando al descubierto zonas presumiblemente protegidas de su ser. Develando la “pose” (en el sentido que Sontag entendía las fotos de Arbus) aparece la afectación. Aparece el gesto de hartazgo, el de obediencia, sobretodo el de obediencia.


Y ese gesto develado, el de una persistente obediencia, es el que develará sintomáticamente la inocente pretensión original de Salles de haber dejado de ser el “hijo de”, y así Santiago haber dejado de ser su mayordomo, a través de su rol documentalista. Aquella diferencia de clase que pretendió zanjar, se devela (omni)presente, insalvable. El develamiento sistemático del dispositivo cinematográfico, se revela así (en tanto apuesta) en intento de develar el dispositivo mental, por el cual las diferencias de clases pueden ser zanjadas (fácil, ingenuamente) desde un simple gesto discursivo.

Las hojas mecanografiadas, que insistentemente aparecen en el film, los planos detalle evidenciando la “imperfección” de las letras tipeadas (huellas de los cientos de hojas que Santiago escribió sobre sus pasiones artísticas, aristocráticas), quizás puedan pensarse finalmente en relación a la imperfección (incongruencia intrínseca) de la palabra pensada, la palabra dicha, la de Salles, la de Santiago, de la comunicación entre ellos, entre las personas. Santiago se siente un copista, y siente que su tarea es una batalla perdida: apasionada e insignificante, a lo que Salles responde citando un film de Ozu, donde alguien dice “la vida es miserable... sí (lo es)” Y es por eso quizás que no haya que dejar de trabajar (dudar, pensar, jugar, escribir, filmar) prepotentemente.


1 comentario:

nosotras en fuga dijo...

Prolífera tierra, ésta. Tierra inquieta.
Hela aquí, cartografiada, capturada en su arcaica fusión de seductora anfitriona y madre fértil, gestora de entusiastas exploradores/as…
Heme aquí convertida en exploradora.
Los deliciosos tesoros de la tierra, se sabe, conllevan (y, probablemente, deba pedirles a los/as materialistas históricos -a mí misma entre ellos/as- que suspendan sus juicios y se presten a jugar con las formas, en honor a un amigo) Decía: los deliciosos tesoros de la tierra comportan, como desde hace más de quinientos años todos lo sabemos por estos lares, un mágico componente que procura que una vez probados alguno de ellos uno/a quiera estar saboreándolos siempre. De aquí que se exacerbe la fertilidad de estas tierras pero no sólo por sus recursos sino (y especialmente) por la constante y geométrica multiplicación de deseos que ellas hacen plegar sobre sí mismas.
De lo que todos/as pueden deducir (ya) que me encuentro aquí, ahora, habiendo excursionado por sus bellos valles y praderas, por las imponentes montañas (hermosas y sugestivas son las que homenajean al “Hércules 56” y a “Santiago”) y he devenido un nudo de ganas… Ganas de que se desplieguen más mapas, más cartografía, ¡cartografías por todos lados y para todos/as!; pero también –y este es el más encantador de los contagios- renovadas ganas de transitar la tierra misma, esta tierra en trance.

Mis cariñosos saludos y mis mejores deseos para los/as laboriosos/as catógrafos/as!