15 de marzo de 2008

Sobre "El Enemigo Principal ", de Jorge Sanjines

Por Juan Ciucci

En las discusiones respecto al pasado reciente de Latinoamérica, una resulta central: la “violencia”. El uso de la violencia para la revolución social. Con apologistas y detractores, se vuelve una abstracción en sí, una especie de descontextualizado debate moral.
Quizás sea este marco el que nos genere la mayor incomodidad cuando vemos El enemigo principal (1973), de Jorge Sanjinés. Allí los enunciados no son confusos, o ambiguos. Nos reflejan una época de decisiones, de acción sobre la realidad. Un grupo guerrillero llega a un pueblo andino. A una comunidad originaria. Choque de cosmovisiones, en donde la sabiduría es común, aunque difieran las metodologías. La violencia es una herramienta más en el proceso revolucionario. Luego de un juicio popular, es ejecutado un hacendado asesino de campesinos.

Para los espectadores de la ciudad, formados en la tradición occidental, nos resuena el interminable debate del papel del intelectual en la revolución. Estos guerrilleros, pertenecientes a la ciudad, se acercan a la comunidad casi como profetas. Y es en el nódulo del debate donde se centra Sanjinés: cómo comunicar el ideal revolucionario, qué acciones llevar a cabo para lograrlo. La cuestión del foquismo nuevamente esta en disputa: quién supone estar en condiciones de dirigir, y cómo lo hace. Es representativo, o en todo caso, cómo logrará serlo. Esta película fue filmada tan solo 6 años después de la muerte del Che Guevara en Bolivia. Su diario también esta en nuestras cabezas al mirar ésta historia, basada en la experiencia de un grupo peruano.

La comunidad comparte las ideas del grupo, pero entiende que ese no es el único camino. Tan solo un miembro decide unirse a la guerrilla, que se siente decepcionada. Aquí es donde encontramos un aporte sustancial: cada espacio debe servir a la lucha revolucionaria desde su lugar, con sus herramientas. No es desalentadora la no-unión, sino que refuerza el espacio de lucha de cada uno, en una unidad mayor. Volviendo a la experiencia del Che, justamente en Bolivia, este final nos perturba a la vez que nos empuja con su ejemplo de conciencia. No es esperanza lo que aquí hallamos, sino una clara conciencia revolucionaria.


Ya desde el titulo, se enfoca un problema crucial de quienes deciden llevar adelante la lucha armada: el objetivo militar debe ser claro. El enemigo principal no es este hacendado asesino de campesinos, sino el imperialismo, que aparece a través de su brazo armado. El ajusticiamiento, es entonces una acción justa y necesaria, pero no fundamental. Ante cada pequeño triunfo, se hace más evidente el tamaño de la revolución a llevar a cabo. Quien se erige como “voluntad de poder”, esta en la obligación tanto de exhibir la justicia que lo guía, como de accionar de un modo revolucionario y responsable sobre la realidad. Un “hombre nuevo” es necesario, y su nacimiento va a la par de esta nueva era.



En la actualidad, este tipo de discursos han sido furiosamente desprestigiados. En el contexto democrático actual tiende a preponderar un entendimiento antes que un enfrentamiento. Latinoamérica toda se encuentra en esa tendencia. El problema refiere a la no profundización de las supuestas instancias de negociación. El status quo se mantiene sobre una violencia diaria, que no por naturalizada deja de ser evidente. En El enemigo principal vemos como una herramienta política (el uso de la violencia) es parte de una organización de base, con un fin político claro, y no es esta herramienta un fin en sí. Intentar contextualizar la película al momento de observarla, permitirá no caer en prejuicios que empobrecen su potencial.

La única vez que la vi, fue hace 4 años, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires – Fundación Constantini. Allí, su carácter de “obra de arte” opacaba su propio discurso. Sin embargo, recuerdo la profunda conmoción que me produjo. Desdichadamente, no me permite ese recuerdo intentar aquí una aproximación más formal a su estructura narrativa. Esto es consecuencia de la poca difusión que la filmografía de Sanjinés ha tenido, situación que no nos debe asombrar, debido a su origen (una cinematografía periférica) y su intención. Espacio de discusión, de propuesta, de transformación, su trabajo apunta a reflexionar/accionar sobre nuestra realidad, y sobre el modo (y el medio) que utilizamos para ello.


Ficha técnica:
Director: Jorge Sanjinés. Guión: Jorge Sanjinés, Oscar Zambrano. Fotografía: Héctor Ríos, Jorge Vignatti. Música: Camilo Cusi, selección de música popular boliviana. Actúan: Obreros, campesinos y estudiantes latinoamericanos. Año de estreno: 1973

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